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Plática ofrecida por Jiddu Krishnamurti, en Nueva York, el 24 de Abril de 1971
(Conferencia extraída del libro: "La raíz del conflicto" - Editorial Paidos)

Quisiera hablar acerca de la relación, acerca de lo que es amor, de lo que es esta existencia humana en la cual está implicado nuestro diario vivir; hablar sobre los problemas que uno tiene, los conflictos, placeres y temores, y sobre esa cosa tan extraordinaria que llamamos muerte.

Pienso que uno ha de comprender (no como una teoría, no como un concepto especulativo y entretenido, sino más bien como un hecho real) que nosotros somos el mundo y que el mundo es nosotros, cada uno de nosotros. Sentirlo, estar total y realmente entregado a ello y a nada más, produce un sentimiento de gran responsabilidad y una acción que no puede ser fragmentaria, sino total.

Creo que somos propensos a olvidar que nuestra sociedad, la cultura en la cual vivimos y que nos ha condicionado, es la resultante de la conducta humana con su conflicto, desdicha y sufrimiento. Cada uno de nosotros es esa cultura, cada uno de nosotros es la comunidad ... no estamos separados de ella. Para sentir esto, no como una idea o un concepto, sino para percibir verdaderamente su realidad, uno ha de investigar el problema de la relación; porque nuestra vida, nuestra existencia, está basada en la relación. La vida es un movimiento de relación. Si no comprendemos qué implica la relación, no sólo nos aislamos inevitablemente sino que creamos una sociedad en la cual los seres humanos están divididos, tanto en lo nacional o en lo religioso como dentro de sí mismos, y en consecuencia proyectan lo que ellos son al mundo exterior.

No sé si ustedes han investigado profundamente esta cuestión a fin de descubrir si uno puede vivir en total armonía con otro, en completo acuerdo, de modo que no haya barrera ni división, sino un sentimiento de absoluta unidad. Porque relación significa estar relacionados no en una actividad, no en algún proyecto o en una ideología, sino estar unidos totalmente de modo tal que la división, la fragmentación entre dos seres humanos, no exista en absoluto a ningún nivel.

A menos que uno descubra esta relación, me parece que al tratar de producir orden en el mundo, teórica o tecnológicamente, no sólo estamos forzados a crear profundas divisiones entre hombre y hombre, sino que también seremos incapaces de impedir la corrupción. Ésta empieza en la falta de relación; yo pienso que ésa es la raíz del deterioro. La relación, tal como hoy la conocemos, es una continuidad de la división entre los individuos. La raíz etimológica de la palabra "individuo" significa "indivisible". Un ser humano que en sí mismo no está dividido, fragmentado, es realmente un individuo. Pero la mayoría de nosotros no somos individuos; pensamos que lo somos y, por lo tanto, existe la oposición del individuo respecto de la comunidad. Uno ha de comprender el significado de esa palabra "individualidad", no sólo en el sentido lingüístico sino en ese profundo sentido en el cual no hay fragmentación en absoluto. Eso significa armonía perfecta entre la mente, el corazón y el organismo físico. Sólo entonces existe una individualidad.

Si examinamos bien a fondo nuestra presente relación humana, sea ésta íntima o superficial, duradera o transitoria, vemos que ella está fragmentada. La esposa o el marido, el joven o la muchacha, cada uno vive encerrado en su propia ambición, en sus empeños personales y egoístas, en su propio caparazón. Todo ello es un factor que contribuye a edificar una imagen dentro de cada uno y, en consecuencia, la relación con el otro se establece a través de esa imagen. Por lo tanto, no hay verdadera relación.

Yo no sé si ustedes son concientes de la estructura y naturaleza de esta imagen que uno ha construido dentro y en torno de sí mismo. Todos estamos haciéndolo constantemente, ¿y cómo puede haber relación entre uno y otro si existe esa urgencia personal, esa envidia, competencia, codicia, todas aquellas cosas que son sustentadas y exageradas en la sociedad moderna? ¿Cómo puede haber relación con otro si cada cual está persiguiendo su propio logro personal, su propio éxito?

No sé si nos damos cuenta plenamente de esto. Estamos tan condicionados que aceptamos como la norma, como nuestro patrón de vida, que cada cual debe obedecer a su particular idiosincrasia o tendencia y, no obstante, tratar de establecer una relación con otro. ¿No es eso lo que todos hacemos? Usted podrá estar casado, podrá trabajar en una oficina o en una fábrica; cualquier cosa que usted haga, durante todo el día está persiguiendo eso. Y lo mismo su mujer en el hogar, con sus propias preocupaciones, sus propias vanidades, etc. ¿Dónde está la relación entre dos seres humanos así? ¿En el sexo? Una relación tan superficial, tan limitada, tan restringida, ¿no es en sí misma corrupción?

Quizá se pregunten: ¿cómo ha de vivir uno si no va a la oficina, si no persigue su ambición personal, su deseo de alcanzar, de obtener? Si uno no hace nada de esto, ¿qué es lo que debe hacer? Yo pienso que ésta es una pregunta absolutamente errónea, ¿no es así? Porque nosotros estamos interesados en producir un cambio radical en toda la estructura de la mente. La crisis no está en el mundo externo sino en la conciencia misma. Y hasta que comprendamos esta crisis, no de modo superficial, no de acuerdo con algún filósofo, sino realmente y en profundidad, observándola, examinándola por nosotros mismos, no seremos capaces de producir un verdadero cambio. Estamos intere-sados en la revolución psicológica, y esta revolución sólo puede tener lugar cuando existe la correcta clase de relación entre los seres humanos.

¿Cómo ha de establecerse tal relación? El problema es claro. Por favor, compartan este problema conmigo ... ¿quieren?. Es el problema de ustedes, no mi problema. Es la vida de ustedes, no mi vida; es de ustedes el sufrimiento, la desdicha, la ansiedad, la culpa. Esta batalla es la vida que conocemos. Si ustedes escuchan meramente una descripción, encontrarán que sólo están nadando en la superficie y que no resuelven problema alguno. Es en verdad el problema de ustedes, y quien les habla está realmente describiéndolo, sabiendo que la descripción no es la cosa descripta. Compartamos entonces este problema de cómo pueden los seres humanos (ustedes y yo) hallar una correcta relación en medio de este desorden, odio, destrucción, contaminación, entre todas esas terribles cosas que están sucediendo en el mundo.

Me parece que para descubrir uno debe examinar lo que ocurre, ver lo que realmente es. No lo que pensamos que nos gustaría que fuera, no tratando de cambiar nuestra relación basados en un concepto de futuro, sino observando lo que en realidad ocurre ahora. En la observación del hecho, de su verdad, de su realidad presente, existe una posibilidad de cambiarlo. Como ya dijimos, cuando existe la posibilidad, entonces hay una energía. Lo que disipa la energía es la idea de que el cambio no es posible. 

De modo que debemos observar nuestra relación de cada día tal como ella es realmente. En el observar lo que ella es, descubrimos cómo producir un cambio en esa realidad. Estamos, pues, describiendo lo que realmente es: que cada uno vive confinado en su propio mundo de ambición, codicia, miedo, deseo de éxito, etc. ... ustedes saben lo que ocurre ... Si estoy casado, entonces tengo responsabilidades, hijos y todo eso. Voy a la oficina o adonde sea que trabaje, y luego nos encontramos uno y otro (marido y mujer, muchacho y chica) en el lecho. Y a eso lo llamamos amor, llevando vidas separadas, aisladas, cons-truyendo en torno nuestro un muro de resistencia, persiguiendo alguna actividad egocéntrica. Todos buscamos seguridad psicológica, cada cual dependiendo del otro para su comodidad, para su placer, para su necesidad de compañía. Y por estar tan profundamente solos, aislados, necesitamos que se nos quiera, que se nos estime y tratamos cada uno de dominar al otro.

Ustedes pueden ver esto por sí mismos si se observan. ¿Es que existe en absoluto alguna clase de relación? Así no hay relación entre dos seres humanos; aunque tengan hijos, un hogar, no están real-mente relacionados. Si tienen un proyecto en común, ese proyecto los sostiene, los mantiene unidos, pero eso no es relación.

Comprendiendo todo esto uno ve que si no existe relación entre dos seres humanos, comienza un proceso de corrupción. No la estructura externa de la sociedad o en el fenómeno externo de la contaminación, sino internamente. La contaminación, la corrupción y destrucción in-ternas se inician cuando los seres humanos no están en modo alguno relacionados, tal como ustedes no lo están. Ustedes podrán estre-charse las manos, besarse, dormir juntos, pero si observan bien a fondo ... ¿existe una verdadera relación? ¿O sólo se están usando el uno al otro?

Esto no implica ser cínico, sino observar lo que realmente es. De este modo que para descubrir lo que verdaderamente significa estar en relación con otro, uno debe comprender esta cuestión del aislamiento, porque la mayoría de nosotros somos terriblemente solitarios. Cuanto más envejece uno, tanto más se aisla, más solitario se vuelve, espe-cialmente en este país. ¿Han reparado ustedes en las personas de edad, en sus escapes, en sus diversiones? Ellos han trabajado toda su vida y necesitan escapar hacia alguna clase de entretenimiento. Viendo todo esto, ¿podemos encontrar un modo de vivir en el cual no uti-licemos a otros ni psicológica ni emocionalmente, en el cual uno no dependa de otros, no use a otro como un medio para escapar de las propias torturas, de su desesperación, de su soledad? 

Comprender esto es comprender lo que significa sentirse solo. ¿Se han sentido solos alguna vez? ... ¿Saben lo que ello quiere decir? ... Que usted no tiene relación alguna con otro, que está completamente aislado. Uno puede hallarse con su familia, entre la multitud, en la oficina o donde sea, cuando súbitamente aparece esta desesperada sensación de total y absoluta soledad. Hasta que uno no resuelva esto por completo, la relación se torna un medio de escape y, por lo tanto, ella conduce a la corrupción, a la desdicha. ¿Cómo ha comprenderse esta soledad, esta sensación de total aislamiento? Para comprenderla uno ha de observar su propia vida. ¿No es cada acción que ustedes emprenden una actividad egocéntrica? Podemos ser ocacionalmente caritativos, generosos; puede que hagamos algo sin motivo alguno, pero ésas son ocaciones muy raras. Esta desesperación jamás puede ser disipada por medio de escapes, sino a través de la observación.

Hemos retornado así a esta cuestión del observar. ¿Cómo observar? ¿Cómo observarnos de modo que en esa observación no haya conflicto alguno? Porque el conflicto corrompe, es desperdicio de energía, es la batalla de nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos. ¿Es posible vivir sin un solo momento de conflicto? Para hacer esto, para descubrirlo por nosotros mismos, hemos de aprender a observar el movimiento total de nuestra existencia. Existe una observación que es armoniosa, que es verdadera, cuando no hay observador sino solamente observación. Examinamos eso el otro día.

¿Puede haber amor cuando no hay relación? Hablamos acerca del amor y éste, tal como lo conocemos, está relacionado con el sexo y el placer, ¿no es así? Algunos de ustedes dicen "no". Cuando dicen "no", entonces deben estar exentos de ambición, de competencia, de divi-sión (división entre usted y yo, nosotros y ellos). No debe haber división de nacionalidad, o la división producida por una creencia o por el conocimiento. Sólo entonces puede uno decir que ama. Pero para la mayoría, el amor tiene que ver con el sexo y el placer, y con todo el afán que los acompaña: celos, envidia, antagonismo; ustedes saben lo que ocurre entre el hombre y la mujer. Cuando esa relación no es verdadera, real, profunda, completamente armónica, ¿entonces cómo pueden ustedes tener paz en el mundo? ¿Cómo puede haber fin para la guerra?

De manera que la relación es una de las cosas más importantes o mejor dicho, la más importante cosa en nuestra vida. Eso significa que hemos de comprender qué es el amor. Por cierto que uno se encuentra con ello extrañamente, sin pedirlo, sin buscarlo. Cuando ustedes descubren por sí mismos lo que no es amor, entonces saben qué es amor. Pero cuando lo descubren no de modo teórico o verbal, sino cuando realmente comprenden lo que no es amor; comprenderlo impli-ca no tener una mente que sea competitiva, ambiciosa, una mente que está esforzándose, comparando, imitando: una mente así no puede amar.

¿Pueden ustedes entonces, viviendo en este mundo, vivir por com-pleto sin ambición, sin compararse nunca con otros? Porque en el momento que comparan hay conflicto, hay envidia, hay deseo de lograr, de sobrepasar al otro.

¿Pueden una mente y un corazón que recuerdan las ofensas, los insultos, las cosas que los han embotado y vuelto insensibles, pueden una mente y un corazón así conocer el amor? ... ¿Es placer el amor? Y, sin embargo, eso es lo que estamos persiguiendo consciente o in-concientemente. Nuestros dioses son el resultado de nuestra necesi-dad de placer. Nuestras creencias, nuestra estructura social, la moral de esta sociedad (que es esencialmente inmoral) son el resultado de nuestra búsqueda de placer. Y cuando ustedes dicen: "yo amo a alguien", ¿es eso amor? Amor significa que no hay separación, ni dominio, ni actividad egocéntrica. Para descubrir lo que es amor, uno debe negar todo eso, negarlo en el sentido de ver su falsedad. Una vez que ustedes han visto algo como falso (habiéndolo aceptado antes como "verdadero", como "natural y humano"), entonces jamás pueden volver a ello. Cuando ustedes ven una serpiente venenosa o un peligroso animal, no juegan con él, nunca se acercan. Del mismo modo, cuando vean realmente que el amor no es ninguna de esas cosas, cuando sientan eso, cuando lo observen, lo investiguen, vivan con ello, se entreguen a ello totalmente, entonces sabrán qué es el amor, qué es la compasión ... que significa pasión por todos.

Nosotros carecemos de pasión; conocemos la lujuria, el placer. La raíz etimológica de la palabra pasión es dolor. Todos hemos expe-rimentado dolor de una u otra clase: el dolor de la autocompasión, el dolor de la raza humana, tanto colectivo como individual. Ustedes saben lo que es el dolor, la muerte de alguien al que consideran haber amado. Cuando permanecemos con este dolor totalmente, sin tratar de racionalizarlo, sin tratar de escapar de él en forma alguna por medio de palabras o actos, cuando uno permanece completamente con el dolor, sin ningún movimiento del pensar, entonces se descubre que de este dolor surge la pasión. Esta pasión tiene la cualidad del amor, y el amor está libre de dolor.

Uno ha de comprender toda esta cuestión de la existencia con sus conflictos y sus luchas; ustedes saben, la vida que uno lleva tan vacía, tan insensata. Los intelectuales tratan de asignarle un significado, y nosotros también queremos encontrarle significado a la vida, porque la vida, tal como es vivida, no tiene sentido, ¿verdad? La lucha constante, el trabajar interminable, la desdicha, el sufrimiento, el afán que uno derrocha ... todo ello carece verdaderamente de sentido; lo aceptamos como hábito. Pero a fin de descubrir cuál es el significado de la vida uno debe también comprender el significado de la muerte; porque el vivir y el morir van juntos, no son dos cosas separadas.

De modo que debemos averiguar qué significa morir, porque ello forma parte de nuestro vivir. No como algo en un futuro distante que deba ser eludido o enfrentado sólo cuando se está desesperadamente enfermo, o viejo, o cuando se ha sufrido un accidente, o en el campo de batalla. Tal como es parte de nuestra vida diaria el vivir sin un soplo siquiera de conflicto, también lo es el descubrir qué significa morir. Eso también es parte de nuestra existencia y uno debe comprenderlo.

¿Cómo hemos de comprender qué es la muerte? Cuando uno está muriendo, en el último momento, ¿puede comprender el modo como ha vivido, las tensiones, las batallas emocionales, las ambiciones, el esfuerzo? Uno está, con toda probabilidad, inconciente, y eso lo torna incapaz de una clara percepción. Hay, pues, el deterioro de la mente cuando envejecemos y todo eso; de modo que uno ha de comprender lo que es la muerte y ha de comprenderlo ahora, no mañana. Como ustedes pueden observar, el pensamiento no quiere pensar acerca de ello. Él piensa acerca de todas las cosas que hará mañana: nuevos inventos, mejores cuartos de baños, todas esas cosas sobre las cuales el pensamiento es capaz de pensar. Pero no quiere pensar acerca de la muerte, porque no sabe lo que ella significa.

¿Puede el proceso del pensamiento descubrir el significado de la muerte? Por favor, sigan esto conmigo. Si lo compartimos, comenza-remos a verlo en toda su belleza; pero si ustedes están allí sentados y me dejan proseguir solo mientras escuchan meramente mis palabras, entonces no estaremos compartiendo. Compartir juntos implica una cierta cualidad de interés, atención, afecto, amor. La muerte es un problema tremendo. Los jóvenes podrán decir: "¿por qué se preocupa usted por eso?" Pero eso es parte de sus vidas, como forma parte de sus vidas comprender la castidad. No digan simplemente: "¿por qué habla usted de la castidad?, eso es para los vejestorios, para los necios monjes". El sentido de la castidad también ha sido un problema para los seres humanos, es tambien parte de la vida.

¿Puede la mente ser completamente casta? No siendo capaz de descubrir cómo vivir una vida casta, uno toma votos de celibato y pasa a través de todas sus torturas. Esto no es castidad. La castidad es algo por completo diferente. Es tener una mente que está en absoluto libre de imágenes, de conocimientos; lo cual significa comprender todo el proceso del placer y del miedo.

Del mismo modo uno ha de comprender esa cosa llamada muerte. ¿Cómo han de encarar la compresión de algo que ustedes temen terriblemente? ¿Acaso no tenemos miedo de la muerte? O decimos: "gracias a Dios que voy a morir, ya he tenido bastante en esta vida con su desdicha, su confusión, su falsedad, su brutalidad, las cosas me-cánicas en que uno está atrapado, ¡gracias a Dios que todo eso terminará!". Ésa no es una respuesta, como tampoco lo es racionalizar la muerte o creer en la reencarnación como lo hace todo el mundo asiático. Para descubrir lo que significa la reencarnación, la cual consiste en renacer en una existencia futura, ustedes deben descubrir qué es lo que son ahora. Si ustedes creen en la reencarnación, ¿qué son ahora? Un montón de palabras, de experiencias, de conocimientos; están condicionados por diversas culturas, son todas las identi-ficaciones de sus vidas: los muebles, la casa, la cuenta bancaria, las experiencias de placer y dolor. Eso es lo que ustedes son, ¿no es así? El recuerdo de los fracasos, las esperanzas, las desesperaciones, todo eso es lo que son ahora y eso es lo que irá a renacer en la próxima vida. ¡Una bella idea, por cierto!

O piensan que hay un alma, una entidad permanente. ¿Existe algo permanente en nosotros? Al decir que hay un alma, una entidad per-manente, esa entidad es el resultado de nuestro pensamiento o de nuestras esperanzas, porque existe mucha inseguridad, porque todo es transitorio, fluye, está en movimiento. Así, cuando decimos que hay algo permanente, esa permanencia es el resultado de nuestro pen-samiento. Y el pensamiento es del pasado, el pensamiento nunca es libre, él puede inventar todo lo que le plazca.

De manera que si ustedes creen en un renacer futuro, entonces deben saber que el futuro está condicionado por el modo como viven ahora, por lo que hacen ahora, por lo que piensan, por la naturaleza de sus actos, por su ética. Así que aquello que ustedes son ahora, lo que hacen ahora, es de una tremenda importancia. Pero a esa gente que cree en un nacimiento futuro no les importa un bledo lo que ocurre ahora; para ellos es sólo una cuestión de creencia.

Entonces, ¿cómo descubren ustedes lo que la muerte significa, cómo lo descubren mientras están viviendo con vitalidad, con energía, llenos de salud? No cuando se hallan desequilibrados o enfermos, no en el último momento sino ahora, sabiendo que el organismo debe inevi-tablemente desgastarse como cualquier maquinaria. Por desgracia usamos nuestra maquinaria tan irrespetuosamente, ¿verdad? Sabiendo que el organismo físico llega a su fin, ¿han pensado alguna vez en lo que significa morir? Ustedes no pueden pensar sobre ello. ¿Han experimentado alguna vez para descubrir qué significa morir in-ternamente, psicológicamente? No cómo encontrar la inmortalidad, porque lo eterno, lo intemporal es ahora, no en algún futuro distante. Para indagar en esto uno debe comprender todo el problema del tiempo; no sólo el tiempo cronológico, el del reloj, sino el tiempo que el pensamiento ha inventado como un proceso gradual de cambio.

¿Cómo ha de investigar uno esta extaña cosa con la cual todos hemos de encontrarnos un día u otro? ¿Pueden ustedes morir psico-lógicamente hoy, morir para todo cuanto han conocido? Por ejemplo: morir para su placer, para sus apegos, su dependencia, terminar sin argumentaciones, sin racionalizar, sin tratar de encontrar caminos y medios para eludir el hecho. ¿Saben qué signigica morir, no en lo físico, sino psicológicamente, internamente? Lo cual quiere decir poner fin a lo que tiene continuidad: poner fin a la ambición, porque eso es lo que va a ocurrir cuando ustedes mueran, ¿no es cierto? ¡Ustedes no pueden llevar llevar consigo su ambición y sentarse junto a Dios! (risas). Cuan-do uno muere de verdad, debe poner fin a tantas cosas sin un solo argumento. Ustedes no pueden decirle a la muerte: "déjame terminar mi trabajo, déjame terminar mi libro, todas las cosas que no he al-canzado a realizar, déjame curar las heridas que he causado a otros". No pueden, ya no tienen tiempo.

¿Pueden descubrir entonces cómo vivir ahora, hoy, una vida en la cual exista siempre un terminar para todo cuanto hayan comenzado? No en la oficina, por supuesto, sino internamente; poner fin a todo conocimiento que acumularon siendo el conocimiento sus experiencias, sus recuerdos, sus ofensas, su modo comparativo de vivir, com-parándose siempre a sí mismos con alguien. Poner fin a todo eso cada día, de manera que al día siguiente la mente esté fresca y joven. Una mente así nunca puede ser lastimada, y eso es inocencia.

Uno ha de descubrir por sí mismo qué significa morir. Entonces no hay miedo, entonces cada día es un nuevo día. Y realmente quiero significar esto, uno puede hacerlo, de modo que la mente y los ojos vean la vida como algo totalmente nuevo. Eso es eternidad. Es la cualidad de la mente que ha dado con este estado intemporal porque supo qué significa morir cotidianamente para todo cuanto estuvo acumulado durante el día. Y en ello, por cierto, hay amor. El amor es algo total-mente nuevo cada día. No así el placer; el placer tiene continuidad. El amor es siempre nuevo y, por lo tanto. Él es su propia eternidad.

¿Quieren ustedes formular algunas preguntas?

Interlocutor: Supongamos, señor, que mediante una observación completa y objetiva yo encuentro que soy codicioso, sensual, egoísta y todo eso. ¿Entonces cómo puedo saber si ese modo de vivir es bueno o malo a menos que tenga de antemano ciertos preconceptos acerca de lo bueno? Si tengo estos preconceptos, ellos sólo pueden provenir de la observación de uno mismo. 

KRISHNAMURTI: Completamente, señor. 

Interlocutor: Yo también encuentro otra dificultad. Usted parece ser partidario de compartir, pero al mismo tiempo dice que dos amantes, o marido y mujer, no pueden basar su amor, no deben basar su amor en apoyarse el uno en el otro. Yo no veo nada malo en el apoyarse uno al otro, eso es compartir.

KRISHNAMURTI: El caballero dice: "uno debe tener un concepto de lo bueno, de otro modo, ¿cómo habría de renunciar a toda esta ambición, codicia, envidia, etc.?". Usted podrá tener una fórmula o concepto acerca de lo que es mejor, ¿pero puede tener un concepto acerca de lo que es bueno?

Interlocutor: Pienso que sí.

KRISHNAMURTI: ¿Puede el pensamiento producir lo que es bueno?

Interlocutor: No, quise decir el concepto de lo que es bueno.

KRISHNAMURTI: Justamente estoy señalando eso, señor. ¿Porqué ha de tener usted en absoluto un concepto de lo bueno?

Interlocutor: De otra manera, ¿cómo puedo saber si mi vida es buena o mala?

KRISHNAMURTI: Sólo escuche la pregunta. ¿Acaso no sabemos qué es conflicto? ¿Debo tener un concepto de no-conflicto antes de ser consciente del conflicto? Conozco lo que el conflicto es con su lucha y dolor. ¿No sé esto sin necesidad de conocer un estado en el cual no haya conflicto? Cuando formulo lo que es bueno, lo hago de acuerdo a mi condicionamiento, a mi modo de pensar, de sentir, a mi idiosincracia y a todo mi trasfondo cultural. ¿Puede lo bueno ser proyectado por el pensamiento? ¿Me dirá entonces el pensamiento lo que es bueno y malo en mi vida? ¿O la bondad nada tiene que ver con pensamiento o fórmula alguna? ¿Dónde florece la bondad -dígame-, en un concepto, en alguna idea, en un ideal que descansa en el futuro? Porque un concepto implica un futuro, un mañana. Este puede estar muy lejos o muy cerca, pero de todos modos está en el tiempo. Y cuando usted tiene un concepto proyectado por el pensamiento, siendo el pensa-miento la respuesta de la memoria, del conocimiento acumulado que a su vez depende de la cultura en que uno ha vivido, ¿encuentra usted esa bondad en el futuro creado por el pensamiento? ¿O la encuentra cuando comienza a comprender el conflicto y el dolor?
Así, en la comprensión de "lo que es" (no en el comparar "lo que es" con lo que "debería ser"), en esa comprensión florece la bondad. Ciertamente, la bondad nada tiene que ver con el pensamiento, ¿no es así? ¿Acaso el amor tiene algo que ver con el pensamiento? ¿Puede usted cultivar el amor formulándolo y diciendo: "mi ideal del amor es eso"? ¿Sabe lo que ocurre cuando uno cultiva el amor? Ocurre que usted no ama. Piensa que amará en alguna fecha futura; mientras tanto, usted es violento. ¿Es entonces la bondad un producto del pensamiento? ¿Es el amor producto de la experiencia, del conocimiento? 

¿Cuál era la segunda pregunta, señor?

Interlocutor: La segunda pregunta era acerca del compartir.

KRISHNAMURTI: ¿Qué es lo que usted comparte? ¿Qué estamos compartiendo ahora? Hemos hablado acerca de la muerte, del amor, de la necesidad de una revolución total, de un profundo y radical cambio psicológico; hablamos acerca de no vivir en el viejo molde de las fórmulas, luchas, sufrimientos, imitación, conformidad y todas esas cosas con las cuales el hombre ha vivido durante milenios ¡y que produjeron este maravilloso, revuelto mundo!

Hablamos de la muerte. ¿Cómo compartimos eso usted y yo? ¿Cómo compartimos la comprensión de eso? No la formulación verbal, no la descripción o las explicaciones. ¿Qué significa compartir, compartir la comprensión, compartir la verdad que surge con la comprensión? ¿Y qué significa comprender? Usted me dice algo que es serio, que es fundamental, importante, y yo lo escucho con todo mi ser porque ello es vital para mí. Para escuchar con vitalidad, mi mente debe estar en silencio, ¿no es así? Si estoy charlando, si me distraigo mirando a alguien, si comparo lo que usted dice con lo que yo sé, mi mente no está en silencio. Es sólo cuando mi mente está silenciosa y escucha por completo cuando surge la comprensión de la verdad. Eso es compartir; de otro modo no podemos compartir. No podemos compartir las palabras, sólo podemos compartir la verdad de algo sólo cuando la mente está por completo entregada a la observación. 

Cuando usted ve la belleza de un crepúsculo, las hermosas colinas, las sombras bajo la luz lunar, ¿Cómo lo comparte con un amigo? ¿Di-ciéndole: "mira esa maravillosa colina"?. Usted puede decirlo, ¿pero eso es compartir?. Cuando verdaderamente comparte algo con otro, ello significa que ambos deben tener la misma intensidad, al mismo tiempo y al mismo nivel. De otro modo no pueden compartir, ¿verdad? Ambos deben tener un interés común, al mismo nivel, con la misma pasión; de lo contrario, ¿cómo pueden compartir algo? Ustedes pueden compartir un trozo de pan, pero no es eso que estamos hablando.

Para ver algo juntos, lo cual es compartir, ambos debemos ver; no concordar o disentir, sino ver juntos lo que realmente es. No inter-pretarlo de acuerdo a mi condicionamiento o al suyo. Y para ver juntos debemos estar libres para observar, libres para escuchar. Esto significa no tener prejuicios. Sólo entonces, cuando hay esta cualidad de amor, existe el compartir.

Interlocutor: ¿Cómo puede uno aquiertar o liberar la mente de las irrupciones del pasado?

KRISHNAMURTI: Usted no puede aquietar la mente. ¡Punto final! Esas son tretas. Usted puede tomar una pildorita y tranquilizar la mente, pero usted no puede en absoluto tornar a la mente quieta, porque usted es la mente. Usted no puede decir: "aquietaré mi mente". Por lo tanto, uno ha de comprender qué es la meditación, comprenderlo realmente, no repetir lo que otros dicen. Uno ha de descubrir si la mente puede alguna vez estar en silencio; no cómo hacer que la mente sea silenciosa. De modo que hemos de investigar toda esta cuestión del conocimiento, y descubrir si la mente, las células cerebrales que están tan cargadas con los recuerdos del pasado, pueden hallarse en absoluto silencio y funcionar sólo cuando ello es necesario; y cuando no es necesario, estar completa y totalmente silenciosas.

Interlocutor: Señor, cuando usted habla de las relaciones, se refiere siempre al hombre y a la mujer, o al muchacho y la chica. ¿Diría usted las mismas cosas aplicadas a relaciones entre hombre y hombre, o mujer y mujer?

KRISHNAMURTI: ¿Homosexualidad? 

Interlocutor: Si usted desea darle ese nombre, señor, sí.

KRISHNAMURTI: Vea, cuando hablamos del amor, sea éste de hombre y hombre, mujer y mujer, o de hombre y mujer, no estamos hablando de una clase particular de relación; hablamos de todo el movimiento, del sentido total de la relación, no de una relación con uno o con dos. ¿No sabe usted lo que significa estar relacionado con el mundo? Es percibir que usted es el mundo; percibirlo no como una idea (eso sería espantoso), sino sentir de veras que usted es responsable, que está comprometido con esta responsabilidad. Ese es el único compromiso. No el estar comprometido a través de bombas o con una actividad particular, sino sentir que usted es el mundo y que el mundo es usted. A menos que uno cambie por completo, radicalmente, y produzca una total mutación en sí mismo, haga lo que haga en lo externo no habrá paz para el hombre. Si usted siente eso en su sangre, entonces sus preguntas estarán enteramente relacionadas con el ahora, con el producir un cambio en el presente y no con alguna clase de ideales especulativos.

Interlocutor: La última vez que nos reunimos usted nos dijo que si alguien tiene una experiencia dolorosa y ella no es enfrentada totalmente, o es eludida, penetra en el inconciente como un frag-mento. ¿Cómo podemos librarnos de esos fragmentos de expe-riencias dolorosas y atemorizadoras de modo que el pasado no tenga asidero en nosotros?

KRISHNAMURTI: Sí señor, ése es el condicionamiento. ¿Cómo ha de liberarse uno de este condicionamiento? ¿Cómo librarme del condi-cionamiento cultural en que he nacido? En primer lugar debo darme cuenta de que estoy condicionado, no porque alguien me diga que lo estoy. ¿Comprende la diferencia? Si alguien me dice que tengo hambre, eso es muy distinto de estar realmente hambriento. De modo que debo darme cuenta de mi condicionamiento, y no sólo superficialmente sino en los niveles más profundos. Es decir que debo darme cuenta totalmente, lo cual implica que no estoy tratando de trascender el condicionamiento o de liberarme de él. Debo verlo como realmente es y no introducir otro factor más como el desear estar libre del condicionamiento, porque eso es un escape de la realidad. Debo estar alerta. ¿Qué significa eso? Estar alerta a mi condicionamiento totalmente, no de modo parcial, significa que mi mente debe ser sensible en alto grado, ¿no es así? De lo contrario no puedo estar alerta. Ser sensible significa observarlo todo muy, muy atentamente: los colores, la calidad de las personas, todo cuanto me rodea. Debo estar atento a lo que realmente es, sin opción alguna. ¿Puede usted hacer eso sin tratar de interpretarlo, de cambiarlo, de trascenderlo, sin tratar de librarse de ello, sino sólo estar totalmente atento a lo que es?

Cuando usted observa un árbol, entre usted y el árbol hay tiempo y espacio, ¿no es así? Y también está el conocimiento botánico que usted tiene acerca de él, la distancia entre usted y el árbol (la cual es tiempo) y la separación que surge por su conocimiento del árbol. Mirar el árbol sin conocimientos, sin la cualidad del tiempo, no significa que usted se identifique con el árbol sino que, al observarlo tan atentamente, las limitaciones del tiempo no intervienen en ello para nada. Las limitaciones del tiempo intervienen sólo cuando usted mira el árbol con sus conocimientos acerca de él. ¿Puede usted mirar a su mujer o a su amigo, o lo que sea, sin la imagen? La imagen es el pasado, y fue acumulada por el pensamiento como regaños, intimidaciones, afán de domi-nio, placer, compañía, etc. Es la imagen la que separa, la que crea distancia y tiempo. ¡Mire ese árbol, o la flor, la nube, la esposa, el amigo, sin la imagen!

Si puede hacerlo, entonces usted puede observar su condiciona-miento totalmente, puede mirarlo con una mente que no está contaminada por el pasado; por lo tanto, ella se ha liberado a sí misma del condicionamiento. Cuando uno se mira a sí mismo, generalmente lo hace como un observador que mira lo observado, siendo uno lo observado y el observador que mira. El observador, que es conocimiento, el pasado, el tiempo, las experiencias acumuladas, se separa a sí mismo de la cosa que observa.

Ahora bien; usted puede mirar sin el observador sólo cuando está completamente atento. ¿Sabe lo que significa estar atento? ¡No es preciso ir a la escuela para aprender a estar atento! Estar atento significa escuchar sin ninguna interpretación, sin ningún juicio; simplemente escuchar. Cuando usted escucha de este modo no hay limitación alguna, no hay un "usted" que escuche. Sólo hay el estado de escuchar. Así cuando observa su condicionamiento, el condicionamiento existe sólo en el observador, no en lo observado. Cuando mira sin el observador, sin el "yo" (el "yo" con sus miedos, sus an-siedades, etc.), entonces usted ve, usted penetra en una dimensión del todo diferente. 

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